Por desgracia, en nuestro último día no disponíamos de mucho tiempo para ver cosas… A media tarde debíamos coger el avión de vuelta en el aeropuerto de Tokyo y estábamos en Kyoto.
Nos levantamos pronto para exprimir las últimas fuerzas que nos quedaban y nos pusimos rumbo al Nijo Castle que habíamos intentado ver el martes, pero precisamente era el único día que cerraban.
Lejos de parecerse (ni por asombro) a los castillos que estamos acostumbrados a ver en Europa, está formado por varios “anillos” fuertemente amurallados y con unas dependencias destinadas a las tareas administrativas o a como palacio. Fue construido por el Shogun Tokugawa Ieyasu (como curiosidad, jugaba al go en este tablero) en 1626.
En su interior, todas las estancias están decoradas por pinturas hechas por varios artistas de la época, pero no era posible hacer fotos, así que no me he podido llevar ningún recuerdo de ellas.
Otra característica del castillo es que el suelo estaba diseñado para hacer un ruido parecido al de los pájaros mientras andabas, para advertir sobre los posibles intrusos.
Dimos varias vueltas por sus dependencias y jardines bajo el sol mas intenso de toda nuestra estancia en Japón y decidimos volver a la estación de Kyoto para volver a coger el Shinkansen de vuelta a Tokyo.
En la estación compramos un par de bento para poder comer por el camino y así poder aprovechar más el tiempo.
Una vez en Tokyo, y al no disponer de mucho tiempo, decidimos no movernos de la estación de Shibuya. Ahí volvimos a quedar con ag0ny y dimos unas cuantas vueltas por las tiendas de la estación, comprando los últimos recuerdos y regalos.
Finalmente abandonamos Tokyo… Cogimos el Narita Express rumbo el aeropuerto para coger nuestro avión de vuelta… Y aquí acabó nuestro viaje a Japón. No se cuando voy a poder volver, pero de momento es sin duda el viaje de mi vida.