Arrastrando todavía un poco de resaca del día anterior, recogimos nuestras maletas y abandonamos el hotel de Tokyo para ir a coger el Shinkansen (tren bala japonés) destino Kyoto. Ya en la estación, compramos Onigiri para comer durante el camino. Era algo que todavía no había probado. Me harté de verlos en la serie del Dr. Slump y la verdad es que me moría de ganas de comer uno.
El tren bala es realmente espectacular… Aparte de una ligera sensación de mareo, apenas se nota la velocidad excepto cuando pasas cerca de una autopista y ves como adelantas a los coches.. Eché de menos un cuentakilómetros como he visto que tienen los trenes chinos.
Nuestra llegada a Kyoto fue un poco dura… La estación era inmensa y nos perdimos dentro de ella. Teníamos que salir en la parte norte y no se como aparecimos en una zona llena de restaurantes para acabar al extreme oeste… Al salir volvimos al centro para empezar a buscar nuestro Ryokan, pero no supimos encontrar en ningún mapa la dirección. Así que hartos de dar vueltas con las maletas a cuestas, decidimos entrar en una comisaría de policía para que nos orientasen. Después de luchar un poco para hacernos entender, conseguimos dar con el Hotel. Una vez nos lo hubieron enseñado, caímos rendidos víctimas del calor y del cansancio… Dormimos mucho más de lo que hubiésemos querido…
Nos despertamos casi a la hora de cenar, sin apenas tiempo de ver nada. Así que nos fuimos directamente a Pontocho, el antiguo barrio de las Geishas, convertido ahora en una zona llena de restaurantes y de locales de ocio nocturno. Recorrimos la calle principal varias veces por gusto. Era realmente preciosa! Una calle pequeña llena de casitas al más puro estilo japonés, algunas de ellas decoradas de forma exquisita. Cuando decidimos buscar un restaurante para cenar, nos encontramos con un pequeño gran problema: al contrario que en Tokyo, casi ninguno tenía modelos de plástico de la comida, ni la carta en inglés, por lo que nos era imposible ver ni siquiera los precios… Al final nos arriesgamos entrando a uno que nos gustó desde fuera. Tuvimos suerte. El restaurante era 100% tradicional. Comimos en el tatami una selección de pequeños platos deliciosos. Fue con diferencia el mejor restaurante al que fuimos.