Después de varios años deseando visitar el país del sol naciente, al fin he podido cumplir uno de mis sueños: visitar Japón. Ahora que ya ha terminado el viaje, voy a ir publicando poco a poco resúmenes de lo que ha sido el viaje durante todos estos días. Sin embargo las fotos de todo el viaje ya están disponibles.
Han sido diez días intensos, agotadores, calurosos, pero sobretodo increíbles.
Nuestro viaje empezó el día 24 de julio y aunque parezca mentira, no lo estuvimos planeando durante mucho tiempo… casi todo fue improvisado.
Con la guía bajo el brazo, llegamos a Tokyo a primera hora de la mañana del día 25 después de más de 12 horas de vuelo. Evidentemente no queríamos perder el primer día, por muy cansados que estuviéramos. Solo llegar quedamos con ag0ny en Shinjuku para que nos ayudara un poco a orientarnos. Una vez nos encontramos, y después de dejar las maletas en el hotel, fuimos a Shibuya, donde pudimos saborear nuestra primera comida en Japón! Aquí fue donde probé mi primer sushi de huevas de salmón, que en tantas fotos había visto, pero que en Barcelona es imposible de encontrar (al menos yo no se donde).
En este primer contacto con un restaurante japones descubrí varias cosas:
- La bebida suele ser gratis (te o agua)
- No hay servilletas
- Si no sabes comer con palillos lo tienes jodido
- Si el restaurante no tiene fotos con los platos o modelos de plástico, lo tienes jodido
- Comer no es tan caro como pensaba
Con el estomago lleno, decidimos ir andando al parque Yoyogi. Pasamos por la zona donde los domingos se ponen grupos de jóvenes vestidos de formas extrañas, y posando para que se les hagan fotos. Es una lástima que no lo podamos ver, ya que el domingo estaremos en Kyoto. Dimos una pasada rápida al parque (no era nada del otro mundo) y nos despedimos de Javi, ya que tenia que volver a la oficina.
En estos momentos ya empezamos a notar el cansancio producido por el vuelo y sobretodo por el cambio horario, pero decidimos continuar con la visita hasta que nuestro cuerpo aguantase.
Fuimos a Meiji Jingu. Después de cruzar la Torii enorme de madera de la entrada, nos adentramos al denso bosque que la rodea. Este fue nuestro primer contacto con un templo sintoísta y aprendimos que la fuente que había en la entrada servía para lavarse las manos y la boca antes de entrar en el templo. Así lo hicimos.
Poco después de salir y dar una vuelta por el bosque (es impresionante como puede haber tanta vegetación y tan densa en el pleno centro de Tokyo) las fuerzas nos abandonaron. Literalmente nos estábamos durmiendo. Así que decidimos ir al hotel y descansar para tomar el resto del viaje con mas energías. El jet lag es demoledor.